Sofía Guterman perdió a su hija Andrea en el atentado. Sergio Knorpel a Gregorio, su padre. En medio de la desidia y la tristeza, se unieron, se contuvieron y forman un vínculo de apoyo mutuo.

“Fue muy emotivo volver a vernos, todos estábamos con lágrimas en los ojos, no sólo nosotros dos”, cuentan sobre este encuentro. Son dos historias que se unieron a partir de un dolor común.

La hija de Sofía se llamaba Andrea y tenía 28 años cuando el atentado terrorista acabó con su vida. Era maestra jardinera en la guardería de una empresa estatal que, al privatizarse, la dejó sin trabajo. Ese lunes esperaba en la bolsa de empleo de la AMIA, al igual que Gregorio, el padre de Sergio.

“Nos conocimos dando vueltas por la morgue, buscando novedades”, cuenta Sergio que todavía está a la espera de que se sepa algo de su papá. El cuerpo aún no se encontró y sueña con que esté vivo. “Aún sigo mirando en la calle para ver si aparece”, confiesa.

Él tenía 18 años cuando esto ocurrió. Sofía lo vio mal y se acercó a ayudarlo. Su esposo y Gregorio habían trabajado juntos en una compañía de seguros y eso sirvió como una excusa más para sentarse a dialogar.

Aún hoy se siguen viendo, llamando, un café cada tanto. Viven en Villa Crespo y el barrio siempre los hace cruzar. Se formó un vínculo afectivo de apoyo mutuo que aún conservan.

Sofía recorre escuelas, ciudades, países para contar lo que pasó, sembrar conciencia y que se sepa que no hay verdad sin justicia. Al día siguiente de este retrato, Sergio le mandó un mensaje a su celular: “Gracias por compartir la foto conmigo”.

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